Dioses y ancestros milenarios
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Dioses y ancestros milenarios
El culto a los antepasados y los ritos funerarios propios de la religión tradicional china forman hoy parte importante del patrimonio rescatado de la época.
La religión tradicional china es un conjunto de creencias ancestrales de origen incierto que predominaron hasta la difusión del budismo y otras religiones a partir del siglo II a.C. Se trataba de un conjunto de mitos y cultos enfocados principalmente en la adoración politeísta a los dioses naturales, la veneración de los antepasados y el culto a la muerte.
La Tierra, el Cielo, la ciudad y el hombre
La ciudad representaba simbólicamente al mundo, dominado por el rey. Llegaba a ser, incluso, símbolo de todo el universo. Por eso en cada estación, el rey se trasladaba de una parte a otra de ella, imitando un viaje por sus territorios. Basados en este principio, los letrados formularon más tarde la teoría del mingdang o edificio del calendario, una sala donde el emperador tenía las audiencias, cambiándose de lugar según las estaciones.
Pero la ciudad era también el lugar por excelencia donde el rey celebraba el culto, comunicándose con el Cielo, del que recibía su poder. A su vez, el Cielo tenía necesidad de los hombres: la Tierra, cuadrada, y el Cielo, redondo, no podrían estar en conexión, si entre ellos no estuviese el hombre, quicio del universo; y el soberano era, por definición, la esencia misma del hombre.
Los antepasados
A pesar de la importancia de esta estructura del universo como legitimadora del poder del rey, el sentido de lo sagrado se manifestaba mucho más a menudo en los cultos agrarios y, sobre todo, en el culto a los antepasados. Los ancestros de la estirpe eran los que poseían la experiencia, y en particular la de la muerte. A ellos se les debía una veneración propia y ésta se realizaba con ritos especiales, los sacrificios y el banquete, en un templo dedicado a ellos. Del mismo modo los antepasados de la familia real y de las familias más importantes cobraban importancia fundamental en los ritos y festividades de los reinos y las ciudades.
En China tuvo también gran importancia el arte de interpelar a los antepasados para conocer su parecer sobre determinadas cuestiones. Las prácticas adivinatorias más antiguas se remontan al Neolítico, pero sólo se conocen bien las de la Edad del Bronce, por estar relacionadas con ellas los primeros elementos de la escritura china, que servían para transcribir las peticiones que se hacían y, sobre todo, sus respuestas.
El desarrollo de la escritura coincidió con el comienzo de la adivinación con huesos de animales. Ésta se basaba en que ciertos huesos planos, como omóplatos de cérvidos o bovinos, o caparazones de tortuga, se agrietaban, formando una red de finas hendiduras, cuando se aplicaba sobre ellos una varilla candente en un punto en que anteriormente se había hecho un pequeño hoyo. Los adivinos eran los que sabían interpretar la red de grietas así obtenidas. Las preguntas que se hacían a los dioses o a los antepasados y, sobre todo, las respuestas de los antepasados, se transcribían después en los huesos.
La muerte y los ritos fúnebres
En la religión tradicional china, la muerte era concebida como una réplica de la vida sobre la Tierra. En efecto, en el momento de morir, algunas almas –a cada individuo se le atribuían diversas almas– quedaban dentro del cuerpo y le permitían seguir bajo tierra con una existencia igual a la que había tenido en la Tierra.
Por eso, los grandes personajes, y en especial los reyes, eran sepultados con gran pompa. Por ejemplo, dentro de varios ataúdes, a los que, además, se protegía con un sarcófago. El conjunto era colocado en una fosa de tierra apisonada, con paredes revestidas de tablas. En los huecos y descansillos alrededor del sarcófago eran colgados los objetos que el difunto iba a necesitar para vivir y gozar: objetos familiares que él había utilizado cuando vivía, pero también otros expresamente fabricados para la tumba.
Lo más sorprendente y también terrible es la existencia de numerosos sacrificios humanos, resultado lógico de las concepciones de la época: el rey necesitaba mujeres, servidores y acompañantes. Así, soldados, prisionero, caballos, criadas, amigos, ministros... sacrificados allí mismo se colocaban en fosas cercanas a la tumba real o incluso en ella misma. Sólo a los grandes de este mundo se los rodeaba de tales signos honoríficos. Los costosos sacrificios, típicos de la Edad del Bronce, desaparecieron más tarde muy rápidamente. Desde la época de los Reinos Combatientes, 475-221 a.C., en lugar de hombres fueron colocadas estatuas de madera o cerámica; sin embargo, siguieron incluyéndose animales, sobre todo caballos, vivos o sacrificados en el sitio, hasta los primeros tiempos del imperio.
La actualidad
Es difícil de contabilizar, pero la religión tradicional china tiene cientos de millones de adeptos y todavía hoy se rinde culto a sus divinidades y se practican sus ritos y supersticiones, a menudo asimilados por otras religiones como el budismo, el taoísmo o el confuncianismo.
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